Lejano suspiro que me cuenta está tranquila. Que los quehaceres acabaron por ahora y que a la cama te diriges.
Pero antes una parada de emergencia. Que el fruto de uvas te llama. Que te mantiene enterita.
Y el vaso que no se llena. Que para que la copa. Que igual respira… si que respira.
Cuando el grito colmado al cielo se asoma. Que tengo frío. Que no se explica.
Y el vaso y el colmo se anexan. Que son amigos, ya se conocen, son dos inquietos que se jaranean de noche.
Pero el ojo no tiene pena. No calma el canto, nos calma tanto.
Y pesa, que pesa y pesa.
Pesa la angustia.
Pesa el cansancio.
Pesa la rutina.
Pesa ser madre.
