Grito de los dioses.

La angustia corría por sus venas. Escuchaba claro cada latido de su corazón y el aire corriendo por su garganta. La saliva estaba seca y el mar seguía quieto.

Nada a la derecha. Nada a la izquierda. El viento iba de sur a norte y el oeste le gritaba al este que la espera sería larga.

Como palabras sin sentido venían los espasmos esa noche. Flácidas e inquietantes. Lúcidos y volátiles.

Lograban acariciar sus pies mas no lograban calmar la aspereza de la inquietud.

A lo lejos se vio una luz. Una gota de esperanza entre la oscuridad de la noche. El aire era más frío. La ansiedad más grande. La quietud más inquieta.

Entró en el campo de ligereza y remojó su templo. Vio como esos ojos la miraban y no decían nada. Él mojó su humanidad y mezclaron las temperaturas.

Hubo un momento.

Un vacío memorable. 

Un silencio magistral. 

Ese espacio en el tiempo donde la unión tácita de los óvalos paralelos grita más que la ira del medio en momentos en lo que dios obliga a rezar a sus seguidores.Que obliga a los incrédulos a aclamarlo a todo pulmón.
Y es que hubo un momento.

Silencio memorable.

Vacío magistral.

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