Disperso.

Estoy a punto de cerrar esta página web. Pongo el cursor sobre la equis. Arriba a la derecha. El gris se convierte en rojo y me detengo. Siento el mismo temor por hacerle click y mandar todo al tacho que por leer este texto en unos minutos. Siento que una vez cerrada esta ventana me quedaré con la duda de qué se hubiera llenado esta página en blanco que va tomando vida. Me da temor también no saber de donde vienen las ideas, de qué terminará siendo esta historia y qué pensaré de ella, de acá a unos meses o años que la vuelva a leer y recuerde dónde estaba cuando esto sucedió. Y es que la mente anda en blanco, de la mano del estómago.  Y que me distraigo pensando en comida. Y con hambre uno no puede pensar. Siempre lo escuché de mi madre. Por algo debe ser. ¿No?

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