Julio es un mes. Julio es mi nombre. Julio está a la mitad de un año. Julio está en el medio de un dilema. El mes y yo nos entendemos. Sabemos qué es ser parte y no pertenecer. Sabemos qué es ser partícipe de festividades y no querer celebrar. Julio y yo sabemos que en nosotros vive una herida de independencia. De una nación. De una relación frustrada. De padres de la patria. De mis padres que en mi nombre se independizaron. Julio sabe lo que es que le recuerden que en su haber hubieron muertes. Julio sabe qué es llevar el nombre del malvado de la película. Julio sabe que el frío lo acompaña. Y yo sé qué es vivir una vida sin calor. Julio me dice que nos espera por vivir lo mismo que hemos vivido. Julio recuerda que vivir no es un pasatiempo y que las ganas de hacerlo andan ocultas. Julio es aquí sinónimo de felicidad. Julio no anda feliz. Julio al norte es igual a cambio. Es igual a lo opuesto. Es diferente. Y Julio quiere huir. Lejos donde su nombre signifique lo contrario. Julio huye del frío. Se convierte en calor. Pues Julio aquí no está tranquilo. Y en Julio ahora se encuentra novedad. No hay herida de conquista. Nadie lo conoce. Es una nación oculta dentro de otra nación. Es el hielo derretido en el calor de la alegría. Julio allá ahora está sólo. Pero tranquilo. Julio se halla en un mundo nuevo.
Julio, no recuerdes más tu pasado en éste dolido año que no merece tiempo para festividades.
Julio, no recuerdes más tu pasado. Tu familia ahora está acá. Al norte.
