Cuando yo era novedad.

Es un cuadrado. Lados iguales. Plano al tocarlo. Suave al sentirlo. Tiene brotes al frente. Se presionan. Suenan. Da de gritos. Se inquieta. Lo tocan. Lo cargan. Y ya se tranquilizó. Y escucha. Escucha y escucha. Y otra vez reposando. Descansa de la plática.

Doña Teresa la pasa charlando. Que manera de hablar. Y él se agota. La ve venir y ya siente mareos. Mareos por su voz y por como le presionan el estómago. Pero él sigue ahí. Aguantando angustias. Prisas. Romances. Riñas. Gritos de alegría. Gritos de tristeza. Llantos. Felices cumpleaños. Idiomas extraños y relaciones a distancia. Él le aguanta todo.

Y ahí está ahora reposando. Haciendo lo que más le gusta. Y él que odia ver a Doña Teresa. Y la ve venir y siente mareos. Pero esta vez ya no lo tocan. Ve pasar a todos delante suyo. Ya no lo miran. No le presionan el estómago. No le gritan. Ni lo besan. Se convierte en un adorno más. Se llena de polvo y nadie se preocupa en limpiarlo.
Y es que los sentidos cambiaron de rol. No más oído. No más voz.

Hoy en día todo es táctil.

Solo tacto.
Solo visión.

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