Cruzando el destino

Una de esas cosas que escribí a comienzos del 2012 y que cuando las lees después de meses te preguntas: ¿Porque dije esto?¿A que me refería con esto? Extraño pero suele pasar, al menos con mis textos.

 

Él pensaba siempre ­­­acerca de lo que vendría luego de la muerte, mientras que ella simplemente vivía el presente, diciendo que la vida era tan corta que no malgastaría su tiempo pensando en cosas en las que no encontraría respuesta, que la deje tranquila por más tiempo que le dedicara. Él trataba de contagiarse de la manera de pensar de ella, pero era inevitable tener esa pregunta en la cabeza repitiéndose una y otra vez.

¿Qué sería de nuestras vidas después de ese repentino y torpe fallo de quién nos haya creado? Tortura por parte de él ¿no? Darte tanto y quitarlo todo.

Belleza entregada por un cierto tiempo, como un contrato de telefonía móvil, sin opción a renovación, claro. Pensando en renovación, ella lo ayudaba a creer que podría ser como actitudes que pongas en la vida, decisiones acertadas ante situaciones claves. Es decir, injusticia a como dé lugar. Darte algo tan grande y divertido y tener que tomarlo con cordura o lo perderás todo.

Ella sin embargo lo veía como un espiral de colores, donde los más luminosos y cercanos eran momentos recientes que alumbraban el amanecer del día, dando ilusiones a una vida mejor, mostrando lo positivo que quedaba en este mundo para poder seguir adelante. Los más alejados y claros: situaciones negativas que deberían permanecer allí lejos, dando vueltas opacándose hasta desaparecer para dejar brillar a las nuevas experiencias.

Juntos físicamente pero tan distanciados emocionalmente daban a ella razones para aprovechar el momento y seguir al pie de la letra la filosofía que tanto amaba: “Carpe Diem”. Él por su parte no se percataba que la perdía al pasar de los días y que pensando tanto en algo que no lograría obtener respuesta alguna, simplemente perdía momentos valiosos, momentos que son lo que alimentan nuestra vida.

Remontándose al momento en que estos dos seres se encontraron, él siempre tuvo miedo. Le faltaba convicción, mientras que ella, como decía él, era una de las cosas que no lograba entender en la vida, pero la única que le gustaba no entender. Compleja, solitaria, alegre y entusiasta.

Él sentía que sin tenerla tenía mayor posibilidad de conseguirla. Tuvo oportunidad tal vez. Tal vez debió tomarla, tal vez el futuro se encargaría de ello. Sabio destino en el que se completarían historias paralelas que nunca existieron.

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